jueves, 18 de noviembre de 2010

Del teatro, la Poesía y otros grandes

Durante el siglo el XX, lo más representativo en el arte del teatro Ecuatoriano, es el teatro poético, teatro social y teatro experimental, pero no podemos dejar a un lado la poesía, maravillosa que enardece los recuerdos gratos e ingratos del alma.
Uno de los exponentes más destacados de este siglo es José Martínez Queirolo, quien nació en la ciudad de Guayaquil en 1931, desde temprana edad descubrió, este dramaturgo que poseía un don magnifico para la escritura, en si se inclino por las letras a los dieciséis años, se especifico en lo que es el teatro y el género narrativo y debido su aparición en el escenario de la literatura, atrajo la atención por su origina¬lidad. Se especificaba por su técnica, es decir su trama argumental, el ins¬trumento expresivo que ha adaptado dócil¬mente a esa condición personal autonómica frente a los trabajos de la rutina en este tipo de creaciones.
Durante todos estos años, ha conseguido crear sus personajes con carácter y una completa naturalidad. La conducta de éstos, en que trasparecen las motivaciones subjetivas con locuaz clari¬dad, y la rica confianza de sus diálogos, revelan bien la maestría de este autor, que durante casi 50 años nos lleno de ricas letras, dejando una invaluable suma de escritos, para la literatura Ecuatoriana.
Se conoce que este dramaturgo y también actor, en algún momento de su vida, también se quiso dedicar a la ingeniería civil, pero lastimosamente no logro graduarse, y le toco el momento de remontarse en algunas ocasiones sus primeros trabajos, que lo conectaron con la realidad social del país, porque tuvo el acceso total a la realidad, de palpar propiamente el abandono de la gente pobre y sin recursos económicos, esto le ayudo a que su escritura se enriqueciera mas con todo lo que reflejaba su medio, el plasmaba en sus obras la hipocresía de la gente, la falsedad en la que vivía la sociedad a diario, desde joven tuvo una extremada agudeza para ver lo cursi y los problemas de la vida cotidiana, y así expresarlos y reflejarlos con total franqueza.
Queirolo, también conocido como Pipo, a los 77 años, murió el 8 de octubre del 2008en su ciudad natal, durante varios años el dramaturgo lucho contra una enfermedad silenciosa, el cáncer, pero lastimosamente pese a todos sus esfuerzos y en medio de su tratamiento falleció.





Fernanda Palacios de la Paz

viernes, 12 de noviembre de 2010

Las Ruinas de Ingapirca 


Las Ruinas de Ingapirca, es unos de los monumentos más históricos, importantes y el mejor conservado de todo el Ecuador. Está ubicado en el corazón de los Andes ecuatorianos, en la provincia del Cañar a 80 km de la ciudad de Cuenca.
Es un testimonio irrefutable del paso del tiempo, de la historia y de las civilizaciones que, como la Cañarí y la Inca, habitaron el lugar y comenzaron a andar los primeros pasos del Ecuador de hoy.
Según cuenta la gente del lugar, Ingapirca fue en sus días de apogeo el centro religioso, político, científico y militar de las culturas Cañarí e Inca. En el complejo se aprecian las distintas unidades arquitectónicas de las Ruinas, entre las que se destaca el “Adoratorio” o “Templo”  y los aposentos,  permitiéndonos compartir una experiencia directa con la Cultura Cañarí que mantiene vivas y comparte con el mundo, de éste modo, sus ancestrales tradiciones.
No se sabe a ciencia cierta cuáles fueron los fines para los que fue construido este edificio de origen Inca-Cañarí, pero existen algunos criterios  en el que coinciden varios historiadores y arqueólogos, es que fue construido bajo las ordenes exclusivas del inca Huayna Cápac, durante las campañas de conquista que su padre Túpac Yupanqui, inició años atrás, hacia los territorios que hoy comprenden el sur del Ecuador.
Al parecer jugó un gran papel dentro de las estrategias militares incas, pero su más importante objetivo era, el de ser un lugar de adoración y veneración al sol, el máximo Dios Inca, y a la luna, constituyéndose así en un  Coricancha, dedicado al ritual Inca.

Beatriz Herrera

viernes, 5 de noviembre de 2010

GUAYASAMÍN " Lo que se hereda no se hurta "

En Octubre del 2008 tuve la oportunidad de trabajar durante un año en el National Geographic Islander, en las Islas Galápagos y allí conocí a mucha gente famosa como científicos, cantantes, actores etc. Pero en fin la persona que mas admire de aquella lista fue la Sra. Shirma Guayasamín pues fue muy gracioso el momento que nos conocimos pues para mi era rarísimo ver a una personas latina en un barco donde generalmente ves cabezas rubias o blancas de “gringos”,  y aquella noche los tripulantes nos sentamos en la mesa de la ella, y nunca se presento por su nombre y apellido sino solo por su nombre y claro no sabia que era la Hija de Oswaldo Guayasamín y Luce DePeron al momento en que entablamos la conversación me entere que era una artista quiteña escultora, pintora, arquitecta con estudios en Francia, España y Estados Unidos y le pregunte con toda la frescura que me caracteriza ¿Cuál es tu apellido? Y me dijo Guayasamín e inmediatamente asumí que era familiar de aquel pintor reconocido aquí en Ecuador pero no era cualquier familiar sino era la hija y lo primero que se me vino a la mente fue lo siguiente, no estoy sentada aquí con una persona común y pues empezó la charla me contó mucho de su infancia y más aun que lo de artista se lo lleva en la sangre pues tanto como su padre y madre la apoyaron siempre en todo momento de su vida en lo que ella decidió ser, teníamos algo en común que surgió de la conversación que ambas somos felizmente divorciadas que hizo reír a mas a uno de esa mesa, ella ha realizado algunas exposiciones no solo en Ecuador sino en Estados Unidos, Francia y España y una de sus favoritas fue las realizadas en Quito pues sentía el apoyo de todos sus seres. 

Definitivamente lo que se hereda no se hurta.

                                          ( Shirma y yo en la Isla Española)

Que buenas charlas que pueden surgir de la nada en medio del infinito océano  y con la compañía de un buen vino tinto…

Manuel Benjamín Carrión “Maestro de la Cultura Ecuatoriana”


Si no se revisa la historia  nunca se sabrá de donde partir, y es así como conseguí llegar hasta este ilustre caballero que  proveniente de una familia donde la Literatura ya era historia dejándosela de herencia.  Manuel  Benjamín Carrión, lojano de nacimiento, fue el fundador de La Casa De La Cultura Ecuatoriana. Prueba de su integridad moral y humana están dos honrosas distinciones que han consolidado su prestigio  “Premio Benito Suárez, en México (1968)”; y “Premio Eugenio Espejo (1976).
Carrión llegó a la Literatura Nacional a través de su poesía ganando concursos poéticos en su ciudad natal pero fue un cariño pasajero porque su fuerza de pensamiento se encuentra en el Ensayo y dentro de este género en sus dos vertientes: Interpretación Histórica  e Interpretación Literaria.
Su pluma  ha plasmado el más certero logro  en el Ensayo de Interpretación histórica “Atahualpa”.

ATAHUALLPA
Esta obra apareció  en la ciudad de México en el año de 1934 fue una de las obras más codiciadas  y queridas de su primer grupo ya que su contenido guarda a palmas llenas  su rica historia en un lenguaje poético, la pluma de Carrión no hace más que escribir la grandeza humana y social del ‘último  de los incas soberanos’
Sacando así varias ediciones tanto dentro como fuera del país y en sus hojas tal deleite que inspira al literato y al historiador. 

He aquí una corta selección de texto para que tengan una idea de tan precisas palabras usadas en el Ensayo que enmarcan cada situación vivida de Atahualpa y sus ancestros, queridos lectores:



“ HUAYNA-CÁPAC
EL GRANDE(pág 45)


Huayna-Cápac ya no sueña en más conquistas. No es que Paccha, la
nueva esposa, haya detenido su carrera triunfal; sino que, a base de
razón y de amor, quiere guardarlo para las obras de la paz, para la
organización de las provincias, para la mejor y más conveniente distribución de los mitimaes, en toda la extensión del imperio.
En las tardes desoladas y luminosas de la hoya quiteña, el inca,
arrebujado en su gran poncho de lana de las vicuñas del Cuzco, cuenta a la joven princesa de los quitus la leyenda maravillosa de su origen divino y le dice cómo, en horas de luna, sus abuelos Manco-Cápac y Mamma-Ocllo, los primeros hijos del Sol enviados a la tierra, aparecieron por el sur, emergiendode las aguas heladas del lago Titicaca, y buscaron con el clavo de oro la tierra que debía ser cabeza del imperio. Paccha, a su vez, relata al esposo la leyenda cosmogónica y humana de Quitumbe, que arranca del diluvio universal; y se emociona al decir la maravillosa fábula de Guayanay —que significa golondrina- el portador de la primavera, de la paz, de la fecundidad, y que en su absconditez simbólica expresa lo mismo que evangelista, llevador de
buenas nuevas.
La significación confluente de las dos leyendas, la del sur y la del
norte, la de Manco-Cápac y Mammá-Ocllo, como la de Quitumbe y
Guayanay, apoyan y confirman los anhelos de la india: ella
quiere que su marido y rey abandone ya los caminos de guerra. Que piensemás bien en dirigir las obras de labranza, en estimular y enseñar a los tejedores, a los alfareros, a los orfebres, todas las lindas cosas que se hacen en el Cuzco para los templos del Sol y las residencias de cápacs y de apus. La india quiere que en las tierras suyas, de los quitus, los cayambes, los caranguis, se edifiquen templos y palacios como los de la gran ciudad remota, y como los que Tupac-Yupangui y él mismo, Huayna-Cápac, han hecho construir en Tumipamba, hatun de los cañaris.
Paccha quiere que sus pueblos, de suyo peleadores e indomables,
olviden la crueldad de los conquistadores del Cuzco y que las yaguarcochas—lagos de sangre— que conservan recuerdos de odios y de muerte, sean purificadas en el trabajo y en la paz.
La fatiga física del inca, causada más que por los años, por la guerra y
los augurios trágicos de los amautas, se deja acariciar por este amoroso
reposorio. La excesiva altura de Quito —a pesar de que el Cuzco es también bastante elevado— ha enflaquecido sus fuerzas, y acaso irregularizado la presión arterial.  



Maira Verónica Suárez Yagual